jueves, 28 de diciembre de 2017

Peregrinos en Centroáfrica

En el mes de noviembre, del 10 al 22, tuve la oportunidad de viajar a la República Centroafricana. Fuimos un grupo de familiares y amigos de Jesús Ruiz para acompañarle en su consagración episcopal y en su despedida de la Diócesis de Mbaiki y de su Parroquia de Moungumbá.

Los tres primeros días los pasamos en Bangui, hospedados en un "centro de acogida de la diócesis", donde estaba también (Mons.) Miguel Ángel Sebastián. (Mons.) Juanjo y (Mons.) Jesús estaban hospedados en la Maison Comboni (casa provincial) pero nos dedicaron todo el tiempo posible. Coincidimos también con la visita del P. Tesfaye y el P. Chiuchulla a la Provincia.

La misa solemne de Consagración, el domingo 12, fue relativamente corta. Nos presidió el cardenal Dieudonné Nzapalainga, con la mayoría de los obispos del país y bastantes superiores generales de las varias congregaciones religiosas. También había un buen grupo de "abbes", exiliados de Bangassou, por las guerrillas y los ataques a las misiones. Con ellos tuvimos las vísperas y un momento de oración el sábado por la tarde. En general, la ceremonia fue muy solemne, sentida, emotiva y con la gente volcada en la alegría y la acción de gracias. Destaco las palabras, de algún modo programáticas, del nuevo obispo Jesús Ruiz y el saludo de nuestro P. General.

La comida sencilla y compartida, que de los 300/500 invitados oficiales... se extendió hasta los 1500, que merodeaban por las cercanías.

El martes 14, partimos hacia Moungumba. Gracias a Dios aquí tuvimos tres días bastante tranquilos, 15, 16 y17, para poder acompañar a Jesús en las visitas a las capillas cercanas. En estas visitas a las varias capillas pudimos apreciar el profundo sentido pastoral y artístico de Jesús y de todo el equipo de Combonianos y de LMC que trabajan en la zona. Pero quizás lo que más nos llamó la atención fue la cercanía, el conocimiento personalizado y el cariño que vimos, sentimos, experimentamos tanto de Jesús hacia la gente como de la gente hacia Jesús. Eso fue para mí lo más emotivo y esperanzador. 

Los tres últimos días, 18, 19 y 20 volvimos a las grandes celebraciones, a la afluencia de gentes y a las actividades largas y continuadas.... imagino que muy agotadoras y emotivas para Jesús. Así el sábado 18 estuvimos la mayor parte del día en una capilla nueva de estrenar, al otro lado del río Lobaye. Iba a ser consagrada y bendecida por Jesús, recién estrenado Obispo Auxiliar de Bangassou. Lleno a rebosar, alegría, canciones, danzas, incienso y fotos, muchas fotos... y luego comida compartida para los de lejos y los de cerca.

Mientras, ya en la tarde del sábado, comienzan a llegar a Moungumbá las gentes y los agentes pastorales, los sacerdotes y las religiosas de las varias capillas de la parroquia y de las varias parroquias de la diócesis... hay hogueras y fuegos por doquier, suenan los tambores, olor a comida, a humo y a tierra mojada. Todos quieren acercarse a recibir y saludar a su párroco-obispo... aunque no saben muy bien lo que es eso.


El domingo 19 la explanada de la misión amanece en movimiento, como un gran termitero, un río de gente. La iglesia, si bien grande y espaciosa, alta y litúrgicamente engalanada, se queda pequeña, hay mucha más gente fuera que dentro y la alegría explota literalmente cuando Jesús preside la procesión de entrada, con la Mitra y el bastón/Báculo de Pastor. Es un día cargado de significados y de sentimientos contrastados: acogida y recibimiento, despedida y alejamiento, alegría y acción de gracias, oraciones y nuevas esperanzas.


Hacia las tres de la tarde de nuestro último día en Moungumba, lunes 21, podemos por fin realizar uno de los sueños de Jesús, tener una Misa "pontifical" en el poblado de los pigmeos Aka. Con la ayuda de la capilla-comunidad bantú en la que se intenta integrarlos, han construido su "catedral" en la selva, con grandes cañas de bambú y hojas de palmera. Sentados, en preferencia, hay un grupo de catecúmenos pigmeos, incluso dos de ellos se atreven con las lecturas... alegría, respeto, momentos de silencio, ofrendas, palabras de ánimo y esperanza por parte de Jesús y como broche la bendición y presentación de dos gemelos.

Sin duda han sido 12 días intensos en vivencias, en experiencias, en observaciones.... en la sombra, sin llamar la atención, pero siempre presente, en primera línea revolotea el fantasma de la guerra, de la pobreza, de la agresividad...de un país bloqueado, pisoteado, anulado, de rodillas y esquilmado... en que se dan la mano el paraíso y el infierno. 

El lunes, 27 de noviembre, por fin (Mons.) Jesús pudo volar a Bangassou, para unirse a (Mons.) Juanjo y juntos emprender una nueva etapa de ayuda y colaboración que deseamos constructiva y esperanzadora para ellos y para el sufrido pueblo centroafricano.

Con nosotros ha viajado a Madrid, para nuestra exposición de Belenes del Mundo, un regalo muy especial y significativo: Una familia de los pigmeos Aka, con casa, cocina, perro y tambor y cantando y bailando para el niño “recién”, en los brazos de su “Papa” (los padres Aka están considerados como de los que más cuidan y tienen a sus hijos en brazos).
                                     
Y resulta que como ¡ya estamos en Navidad! nada mejor se me ocurre, para desearos a todos toda la bondad, la frescura, la ilusión y la solidaridad que seáis y seamos capaces de crear, cuidar y compartir. 

De corazón: ¡Buenas y Santas Pascuas de Navidad!

Agradecido y Esperanzado: Fr. Daniel. Mccj

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Las luces tienen nombres y apellidos

Tenía esta reseña en borrador desde la noche que volví de Granada, y es ahora, cuando más calmada, me sorprendo a mí misma descubriendo cosas que la rabia y el dolor empañaron. El sábado 16 de diciembre por la noche los misioneros Combonianos recogieron a 19 migrantes del África Negra de la estación de autobuses, donde llevaban dos noches esperando a que una “ONG prometida” les recogiera. Esa ONG nunca existió.

Y ante tanto dolor, dolor de sentir que una vez más las fronteras destrozan haciendo añicos los sueños de personas como tú y como yo porque otras personas, que mueven grandes entes pero que no dejan de ser personas con nombres, deciden que unos sí y otros no. Ante tanta rabia por palpar esta realidad, aparecieron personitas con las manos llenas de acogida, entrega y amor… amor sin “peros”, sin “es que”, sin “noes”, sin importar “de dónde” ni “a dónde”. Y estos tres tipos de personas, las que juegan a decidir, las que no deciden y las que deciden acoger, han aparecido este fin de semana.


Así que finalmente, después de tanto borrador solo quiero dejaros mi impresión; verdaderamente el mundo se mueve por personas, no hay nadie más ni nadie menos que personas que deciden actuar, ser y estar de una manera en el mundo. Y esas personas, tanto las que cierran puertas como las que abren, tienen nombres y apellidos. Y de eso quiero escribir finalmente; de todos los nombres y apellidos que han pasado por mi vida durante este fin de semana.

Quiero escribir sobre los nombres de personas migrantes, 19 para ser exacta, que entraron en la casa de los Combonianos. Nombres de los y las jóvenes que estuvieron la tarde del sábado arreglando la sala para que estas 19 personas, con nombres y apellidos, pudieran dormir calientes esa noche. Nombres también de los Combonianos, que decidieron que de momento, esa cena, iban a ser 24 en lugar de 5. Nombres, rostros, manos de tantas personas que escogieron desde el sábado aportar su paquete de arroz, sus cebollas o pimientos, sus botellas de caldo caliente para que estos nombres pudieran comer dignamente. Ha hablado de nombres de Siria, Italia, Nigeria, Palestina, Marruecos, que nos han acogido con alegría para celebrar con ellos las fiestas.

Este finde también ha hablado de nombres de esas personas que desde ciudades distintas han estado llamándome, poniéndose en contacto con nosotros y nosotras para poder aportar los conocimientos, recursos e ideas que podían para hacer de esta realidad algo más llevadera.


Y, ¿sabéis qué? Este finde estaba pensado para tratar sobre la LUZ, nombre que anunciaba lo que finalmente pasó, un cúmulo de luces que rodearon, acogieron, dieron vida, esperanza, calidez y entrega a las personas acompañadas y acompañantes. Quiero agradecer desde lo más profundo los testimonios del grupo, que decidieron compartir desde las entrañas lo vivido en República Centroafricana y Kenia. Gracias por traernos a Rut y Noemí, por ese palpar la actualidad de lo que ellas vivieron.

“Y esto, Bego, es Navidad”. Pues sí, esto que ocurrió es Navidad, la Navidad actual, en pleno 2017. Nacimiento de sueños de personas concretas que decidieron salir de sus países y cambiar sus vidas, nacimiento de opciones de vida de otras que quizá nunca se habían planteado lo necesario que era acoger. Una vez más, pese a todo, Navidad se ha hecho presente de nuevo, gracias a personas concretas, con sus nombres y apellidos, que han optado por una forma de vida, de entrega, de acogida, de amor, que responde a los valores y la FE que las mueve.

“Hace más ruido un árbol que cae que todo un bosque creciendo”, nos dijo el Papa. Tengo grabada en mi vida esa frase y hoy, de nuevo, vuelve a ser cierta. Gracias por no parar de crecer, por ser pulmón de esta vida y realidad.Aquí os dejo el Belén que las Combonianas hicieron con ese amor arrollador. Es una patera llena de nombres y rodeada de luces, nombres que no olvidamos, luces que nos comprometemos a ser, cerca del Nacimiento, de ese SÍ al AMOR y a las personas concretas que nos rodean.
Begoña Duque



sábado, 23 de diciembre de 2017

Cuento de Navidad

Lo había conseguido. La subida no había sido fácil pero al final estaba en la meta. Tantos años, toda la vida, para alcanzarla. Tanto esfuerzo, toda la dedicación, para llegar allí. Y ahora la incertidumbre. La señal marcaba la continuación del camino, seguir subiendo. Pero el valle, tan abierto, tan desconocido, llamaba. El agua, riachuelo discurriendo hacia abajo, susurraba. El viento, de olor a sal, empujaba. Qué hacer ahora, la señal hacia arriba, el impulso hacia abajo. Cuanto más subiera, más costaría bajar, lo sabía. Allá vivía Isabel, una conocida, pero no podía decir que una amiga. Había hablado de ella, pero no podía decir que hubiera hablado con ella. Tal vez pudiera bajar a visitarla, a hacerse amiga, a hablar con ella.

Podría bajar, y tomar perspectiva de la subida, y encontrarse con Isabel.

Decidido. Poco a poco el paisaje pedregoso de la altura, neblinoso, dio paso al bosque, diáfano. El agua entre rocas pasaba ahora entre plantas y peces. El viento frío era ahora cálido y húmedo. Y allí estaba Isabel. Su vientre saltó de gozo, cada nueva compañía era una alegría. Estaba embarazada, esperaba una vida nueva que no acababa de llegar. Estaba acompañada, tanta gente dando tanto, tantos años, tanto esfuerzo, toda la gente dando todo, toda la vida, toda la dedicación. Y con certeza. Con la certeza del alba, de que el sol sale, de que el gallo canta. Con la certeza de la alegría, la del vientre que salta de gozo. Y allí está ella, una niña con unos ojos profundos que lanzan una mirada viva, como la tienen las niñas que están jugando en un mundo imaginado, siempre con una sonrisa, como la tienen las niñas cuando les preguntan qué serán de mayores, con piel negra y facciones indígenas, con piernas cortas pero resistentes para caminar largas distancias, y con manos grandes y dedos finos. Allí está, Esperanza, cuidando del gallo que a pesar de cantar tres veces, tres veces se le niega el alba, cuidando del vientre, que a pesar de saltar de gozo, parece incapaz de vencer la gravedad. Cuidando del visitante y presentando a Isabel.

Toca partir. De nuevo la mirada en la subida, la mente en los valles. Se sube para alcanzar el cielo, pero este se construye en los valles. De nuevo la incertidumbre, la certeza de buscar un nuevo camino. Y Esperanza acompaña.

Hace falta un descanso, preparar el mapa y remendar las botas. Una posada. Dónde ir cuando todas las puertas se cierran, cuando todas las camas se ocupan. La duda de tener respuestas, y la desesperación de tener certezas. La duda de dónde dar luz en un largo invierno, y la desesperación de cuándo será el momento. Una posada en medio del camino, un poco apartada, donde nadie se queda fuera porque es sencilla y humilde. Donde un niño abre la puerta, un niño de ojos claros con una mirada luminosa, como la tienen los niños que juegan sin juzgar, siempre con el pelo revuelto, como lo tienen los niños que no están quietos, de pelo rubio reflejando el sol, con brazos largos pero delicados, para abrazar y sostener. Allí está, Acogida, abriendo las puertas y preparando las camas. Alimentando al toro, que valiente enfrenta los peligros, y a la yegua, que ágil recorre los senderos.

Y ahí van llegando, los pastores y alfareros, las aguadoras y jornaleras. En la posada se van juntando. Unos también vienen del valle, saltando vallas, otros solo han conocido la subida, preguntándose por lo sabido. Todos buscan otro camino. Camino que se anda solo, porque de cada uno son las botas, camino que se hace juntos, porque cada mapa es una pieza. Y el caminar se convierte en volar, desafiando a la gravedad.
Así en la posada dan luz, luz cálida que abre la niebla, que derrite la nieve del valle. Nace un nuevo camino. Y celebran la Navidad, posada de acogida esperanzada, de espera acogedora. Feliz Navidad.
Íñigo Vitón García 


martes, 19 de diciembre de 2017

Desarrollando el capital humano sudanés



Desde enero pasado, la institución donde desarrollo mi servicio misionero, el “Comboni College de Ciencia y Tecnología“ y el Ministerio de Educación Superior e Investigación Científica de la República de Sudán trabajamos juntos en un proyecto que tiene como objetivo ayudar a 140 jóvenes universitarios de origen sudanés, eritreo y sur-sudanés a convertir sus conocimientos en el ámbito de la Informática en iniciativas empresariales que generen oportunidades laborales y desarrollo local.
El proyecto, llamado INSO (Innovación en la sociedad: itinerarios formativos y desarrollo del capital humano en Sudán) incluye también la formación de cuadros directivos del citado Ministerio y dos profesores nuestros. Se trata fundamentalmente de que sean capaces de organizar departamentos de orientación profesional en las universidades sudanesas que creen puentes entre el ámbito laboral y el académico.


Como parte de las actividades del proyecto, viajé a Nápoles el pasado 18 de noviembre con cuatro directivos del Ministerio y dos profesores de nuestro centro universitario. Éramos un sacerdote y seis personas de religión islámica. Durante nuestras actividades en el Instituto de Investigación sobre Innovación y Servicios para el Desarrollo (IRISS en sus siglas italianas) del Centro Nacional de Investigación, me preocupé por buscarles un espacio en el centro para que pudieran rezar cuando lo consideraran oportuno. Yo por mi parte al final de nuestras sesiones de formación y trabajo, iba a una iglesia cercana para celebrar la eucaristía. Luego nos volvíamos a encontrar para la cena al final de la jornada.


Entre nosotros ha surgido una gran sintonía y amistad pues nos mueve un espíritu de servicio a la juventud y el deseo de mejorar el sistema universitario sudanés.  Aprecio mucho la honradez de mis compañeros del ministerio, su capacidad de trabajo y su compromiso por el desarrollo del Sudán. Y siento que ellos también me aprecian y valoran mi actitud de servicio desinteresado a este pueblo. Y sobre esta base de mutuo respeto, aprecio y comunión de objetivos, este cristiano y estos hermanos musulmanes estamos intentando construir un proyecto común.

 El siguiente paso que estamos preparando es un nuevo proyecto para crear  incubadoras empresariales en las universidades sudanesas que ayuden a sus licenciados a encontrar y generar trabajo y que transformen a estas instituciones en motores de un desarrollo local sostenible que respeta las identidades locales y el medio ambiente y tiene especial atención por los más vulnerables de la sociedad.

P. Jorge Naranjo, mccj
Misionero en Sudan



viernes, 15 de diciembre de 2017

Allanad los senderos...

...amando a vuestros enemigos



Tú, ama en contra de toda expectativa, de forma absurda.
Tú, ama sin medida, ama desproporcionadamente.
Tú, ama porque alguien es quien te mueve a amar 
locamente
sin cordura
ni razón
sólo con corazón.
Porque alguien fue quien te amó primero.


Novicia Misionera Comboniana



Foto: Un estudiante colombiano en Bogotá durante protestas por la educación en 2011 abraza a un oficial de la policía (Fuente: https://imgur.com/gallery/X51eT) 
 

viernes, 8 de diciembre de 2017

Día de La Inmaculada

Os deseamos a todos feliz día de La Inmaculada. Si ya es un día especial por sí mismo, además se celebra en esta festividad el día de las Misioneras Combonianas, por tanto es un día muy especial para todas las personas que compartimos con ellas la pasión por la misión y el carisma de Comboni. Os pedimos que en este día tengáis presentes en vuestras oraciones a todas aquellas mujeres que, al igual que María, dijeron Sí a una entrega total a la Misión.



martes, 21 de noviembre de 2017

domingo, 5 de noviembre de 2017

¡Gracias por tanto bien recibido!



Estoy sentada en la cama, con la espalda apoyada en la pared. La casa huele a café recién hecho y las risas llegan desde la cocina. Acabamos de terminar de almorzar en la casa de las Combonianas, en la Chana, y a pesar de todas las veces que he estado con ellas, nunca consigo dejar de sorprenderme por tanta vitalidad. Vida que contagia, risas que pasan de unas a otras, acentos distintos de una misma lengua que tratan de perfeccionar y que suena genial. Portugal, Italia, México, España… República Centroafricana, Sur Sudán, Mozambique, Ecuador… tantas vivencias sentadas alrededor de una misma mesa, tanta energía y fuerza que se cuela y destrona al estrés que llevaba conmigo durante estas semanas. “Es otro rollo”… “Qué grandeza”. 

 Doy gracias por tanto bien recibido, como dicen los jesuitas, y decido escribir para no olvidar. Sé que mañana comenzaré de nuevo las clases, la rutina, las prisas y el no llegar a tiempo. Por eso quiero escribir estas sensaciones, por si el estrés o la vida diaria vuelven a instalarse recordar que sí, que se puede vivir de otro modo, con otro andar. Por si acaso me desenfoco, quiero recordar la sensación tan arrasadora de gratitud ante el matrimonio de laicos misioneros combonianos que abrió sus vidas y nos describió con extrema cercanía y cariño su estancia en misiones y su regreso, sus miedos y también su confianza en que verdaderamente seguían “remando mar adentro” por esta forma de vivir y estar en el mundo. 




 Quiero dejar por escrito también la calma y paz que me han dado esos ratitos de oración y compartir, sentados sobre unas alfombras en una habitación que no necesitaba más que unos cuantos cojines, unas telas y un pequeño baúl de madera vieja que tenía a su lado esa vela roja que indica que nunca estamos solos. Quiero escribir que me sentía acompañada por el grupo Combo y que me comprometí conmigo misma a seguir en los encuentros que hacemos una vez al mes, porque esos ratos me ayudaron a recordar lo sanador que es reponer fuerzas de ese modo. Quiero seguir caminando con esos jóvenes que vienen de lugares distintos para acompañar y dejarse acompañar, para darse cuenta, al igual que hice yo, que somos muchos jóvenes que nos movemos por el mismo motor. 



 También dejo por escrito algunas frases que para mí han sido luz, por si dentro de unos meses necesito recordarlas: “No somos una gota en el mar, somos el mar en una gota”. “No puedo vivir pensando que este no es mi sitio, pensando en el próximo destino, tengo que aprender a vivir aquí también; no voy de misión, soy misión”. “Somos Iglesia joven, tratamos de transformar el mundo… somos esa Iglesia que no se ve pero que existe”. “No estamos solos, somos muchas personitas en distintas partes del mundo luchando por una misma causa… somos una fuerza arrolladora”. 

 “No balconeen”, dice el Papa. No miremos la vida y nos quejemos de lo dura que es desde arriba, desde el balcón. Peguemos un salto y bajemos a la calle, remanguémonos y formemos parte con nuestra vida de esta realidad. “Hoy decido empujar este mundo”, como dice Pedro Sosa. 

A ti, que quizá también leas esto sentada en la cama con la espalda en la pared… ojalá te ayude a recordar o a seguir buscando. 

 Bego


jueves, 2 de noviembre de 2017

De Muerte y Vida




Talawakelle, 2 de Noviembre de 2017

 Adentrarse en el misterio, de Dios, de las personas y de los pueblos, pasa por contemplar, (a veces entiendo poco o nada), cómo se celebra la vida y la muerte. Hoy es día de difuntos. Me viene a la memoria la primera escena de Volver (Almodóvar, 2006) en la que diversas mujeres, entre ellas Penélope Cruz, se afanan por dejar impolutas las lápidas de sus seres queridos. Ania y yo acabamos de llegar del cementerio. Son las 18.33 y ya se ha hecho de noche. El cementerio cristiano de Talawakelle no es muy grande. No hay lápidas que pulir. Las tumbas, estrechas y cortas, se distinguen por un cerco de piedras que las rodea (en el mejor de los casos) y algunas cruces; la mayoría de madera, las menos, de piedra. Pocas tumbas tienen nombre. 


Hasta hace una semana, el cementerio parecía devorado por las malas yerbas. Hoy han aparecido veredas. Algunas tumbas estaban llenas de flores y velas y otras vacías. Incluso en el cementerio hay "clases". Todos morimos sí, pero hay quien muere recordado y quien olvidado muere. Nunca he sido devota de cementerios, mi madre puede atestiguar que en cuanto pude "librarme" de ir con ella y mis abuelos, así lo hice. Sin embargo, esta tarde, algo me ha movido desde dentro. Primero a acompañar a una de mis alumnas cuyo padre murió recientemente. Después, con Ania. Hemos ido, sin planearlo antes. Unas cuantas velas, presumo que restos de alguna Vigilia Pascual, una caja de cerillas y nada más. Hemos llegado y mi hermana ha comenzado a encender las velas apagadas de las tumbas (dice que en Polonia hacen así). No sé muy bien por qué me he puesto a hacer lo mismo. La noche ha ido cayendo poco a poco. Un par del familias han llegado a honrar a sus difuntos. En silencio, con una oración sencilla y profunda, letánica, desde el corazón, rezando por todos esos "no conocidos", rezando también por los nuestros, hemos ido encendido las velas de todas las tumbas. Al terminar, ya de noche, poco más de cien pequeñas luces titilaban en la oscuridad. 

 El día ha sido cansado; cole y dos Eucaristías multitudinarias en las que hemos ayudado a distribuir la Comunión. El "dadle vosotros de comer" me sonaba con más fuerza que nunca mientras contemplaba los rostros de las mujeres, hombres y niños que se acercaban a comulgar. Después, sin mucho tiempo para pararme a rezar, recuperaba la tiza para explicar cómo dibujar a escala a los de 7c. Ahora, en este momento de paz, la imagen del cementerio lleno de pequeñas luces me viene al corazón. Hace 15 días la comunidad Hindú celebraba Dipawalli, la victoria de la luz sobre la oscuridad. Hoy, los cristianos nos movemos en la misma clave. Recordamos, rezamos y honramos a nuestros queridos difuntos. Creemos que la muerte no tiene la última palabra, que después de todo, viene la Vida. "... Si nuestra existencia está unida a Él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya". Porque Él "es el Camino, la Verdad y la Vida".

Nota antropológica: Según "mis chicas" de 7c, mi única fuente, hoy las familias cristianas participan de la Eucaristía, van al cementerio y por la tarde se juntan en casa para recordar a sus difuntos. Prenden barras de incienso insertas en mitades de cocos y "llenan de aroma" las fotografías de sus difuntos. Rezan, muestran su cariño y su respeto y después lo celebran con una gran cena en la que predominan los dulces.

Beatriz Galán, misionera comboniana en Sri Lanka

jueves, 12 de octubre de 2017

miércoles, 30 de agosto de 2017

Ama, insiste y confía




30 de Agosto de 2017 

Anoche decidí comenzar a escribir. De momento, no tengo nada especialmente significativo para compartir, sin embargo, siento la acuciante necesidad de recoger por escrito lo que voy viviendo en esta misión de Talawakelle (Sri Lanka) donde Dios me ha querido traer. Creo que la razón de este sentir es el miedo a perder lo vivido, el temor a que un día mis recuerdos sean difusos o mis palabras inconexas y esta experiencia se pierda en el olvido. Llegué a Sri Lanka el sábado 19 de Agosto. Debería haber sido antes pero el vuelo de Madrid salió con dos horas de retraso (quién sabe si por los ataques de Barcelona) y perdí la conexión en Doha, Qatar. No hay mal que por bien no venga; las 10 horas que tuve que esperar al nuevo avión se hicieron mucho más llevaderas en el hotel de cinco estrellas que la compañía aerea qatarí puso a mi disposición. No es mala manera para comenzar una misión. Aterricé en el aeropuerto de Colombo el sábado 19 a las 2 de la madrugada; con falda, velo y pasaporte en regla para poder entrar en "la tierra prometida". 

Sister Annia me esperaba con alegría, a pesar de las horas intempestivas. Sólo faltaban cuatro horas y media más de camino para llegar a Talawakelle. Llegamos al amanecer. Una casa verde, sencilla por fuera y por dentro. Tierra roja, la escuela justo en frente, y una gran sonrisa en el rostro keniata de Sister Nelly. Estaba en casa. El sábado dormí casi todo el día. Sólo los golpes de martillo de los trabajadores que andaban reparando la casa me sacaron de mi letargo. Por la tarde, breve reconocimiento del lugar: la iglesia, los padres, la casa y las hermanas de la Holy Family, nuestras vecinas. 





El domingo, Eucaristía a las 10.00. La iglesia, un antiguo salón de actos, estaba abarrotada de gente, no cabía un alfiler. Annia y yo llegamos con el tiempo justo y tuvimos que sentarnos en el último banco. La misa fue larga y en tamil. Gracias a Dios y a los liturgistas, el rito, es rito, por lo que si bien no entendí una palabra, al menos pude seguir la Eucaristía. El Evangelio de ese domingo era el de Mateo 15, 21-28, la mujer cananea con la hija endemoniada. ¿Qué querías decirme? A mi me sonó a consejo de bienvenida: Ama como madre; no desfallezcas, insiste y confía en mí. A la salida, ojos brillantes y manos juntas me daban la bienvenida: "Zostran sister, God bless you". Presentaciones con nombres que no sé cómo voy a hacer para recordar y niños curiosos al ver una mujer con zapatos de cordones. 


 La primera semana ha transcurrido veloz. Viajes a Kandy y Colombo para poder obtener la visa de residencia por un año. A pesar de no ser grandes distancias, la compleja orografía de la zona (montaña tropical) y la austeridad de los autobuses (no diseñados para portes hercúleos como el mío) hicieron los viajes eternos. En cuatro días, pasamos más de 25 horas dentro de un autobús; las restantes, en oficinas urbanitas donde la globalización de la burocracia hace inmortal el acertado "vuelva usted mañana" de Larra. He de decir que Colombo me impresionó por sus enormes dimensiones, por la cantidad de gente que alberga y por el armonioso caos de su tráfico en el que autobuses, coches y triciclos invaden carriles a golpe de claxon sin que nada pase. 

 Hoy es miércoles. Esta semana, ya más asentada física y mentalmente, he empezado a estudiar la geografía, la historia y la cultura de este país. Como buena comboniana "benedictina", combino el "ora et labora" echando una mano con la cocina, dado que Annia ha empezado las clases y Nelly anda con las obras de la casa. 


Beatriz Galán, misionera comboniana

Nota: Sri Lanka es una isla rodeada por el Océano Índico, situada al Sureste de la India. Tiene una extensión de unos 65.610km2 aprox. y una población que ronda los 21 millones de habitantes. La mayoría de la población pertenece al grupo étnico singalés (un 75% aprox) seguido por la minoría tamil (11%) y otros grupos menos significativos. Nuestra misión se lleva desarrollando cinco años junto a esta minoría tamil. Indios, griegos, persas, árabes, portugueses, holandeses y británicos pasaron por esta perla del Índico,que un día fue conocida como Ceylán. Desde 1948 fue dominio independiente y en 1972 se convirtió en una república. Actualmente, su nombre oficial es Democratic Socialist Republic of Sri Lanka y tiene un régimen político de república constitucional unitaria y semi-presidencial.

jueves, 17 de agosto de 2017

No hay muro que detenga los sueños





¡Boza!¡Boza! (¡Victoria!¡Victoria!). Escuchamos los gritos en el silencio de la madrugada de nuestra habitación. Sorpresa, miedo, inquietud y alegría. Miles de sentimientos y sensaciones que se chocaban dentro de mí. Quería gritar y guardar silencio. Mientras, los inmigrantes bajaban la calle camino al CETI, celebrando la última victoria en su conquista del sueño europeo. Después silencio.

 La segunda noche que les oí, ya sabiendo lo que significaba el griterío, volví a la cama y pasó mucho tiempo hasta que pude volver a dormir. Pensaba en su duro pasado y futuro. En como dejando todo atrás, su familia, amigos y paisajes se habían embarcado en el viaje que les ha traído hasta mi país. Un país, como todos, construido a través de generaciones de inmigrantes y emigrantes. Estas semanas les he conocido. No a través de los medios o de los prejuicios e indiferencias de mi país. De tú a tú, aprendiendo y descubriéndome a mí misma en ellos. Sintiéndome hermana suya, hijos del mismo Dios. Jóvenes y niños con sueños y esperanzas como los míos: un trabajo digno, una familia, un hogar; pero sin mis derechos. Nacidos al otro lado del charco y por ello considerados ciudadanos de segunda. Les miro, escucho, veo sus sonrisas, su indignación, sus miradas ausentes, viajando a los duros momentos del camino y me siento pequeña, hasta ridícula en mis quejas del día a día, en mis enfados por nimiedades, en mi creencia de merecer todo lo que tengo. 




 Estas dos semanas han sido un regalo precioso. Hemos podido acercarnos al inmigrante y ensanchar el corazón, los objetivos principales del campo de trabajo. Personas de otras culturas y religiones nos han abierto las puertas de sus templos y corazón de forma altruista. Con la única intención de conocer mejor lo que nos une y dejar a un lado lo que nos separa. Han sido días de abrir nuestra mente y alma, apartando la mochila que traíamos de conocimientos, prejuicios, comodidades, etc.; para empaparnos de esta realidad. Una realidad sin filtros, palpable, vibrante y llena de vida. 

Gracias a Dios, los pequeños milagros que suceden en el San Antonio y Ceuta no son un hecho aislado. En Martil (Tánger-Tetúan), nos sentamos en el Centro Cultural Lerchundi, con subsaharianos, marroquíes y europeos a crear lazos y buscar cómo mejorar. Cómo enfrentarnos a esta realidad que vivimos y cómo construir desde nuestra posición un mundo que acoja al inmigrante. De este encuentro tan especial destaco cómo cambiar la visión que tenemos del inmigrante, de amenazante a enriquecedor. Integrar haciendo ver y aprendiendo de sus capacidades y conocimientos, trabajando con ellos de igual a igual. Recalco también que en todos los grupos de trabajo partimos todos de la misma idea: todos tenemos historias de emigración cercanas y en el futuro podremos ser también inmigrantes en otro país. ¿Cómo queremos ser acogidos? 



 Son muchas las experiencias vividas, pero me es imposible compartir todo. Muchos momentos están todavía macerándose, y como el pequeño grano de mostaza darán fruto, pero todavía es pronto para saber cuándo y cómo. Estoy convencida además de que todo lo recibido en estos días no puede expresarse en palabras, hay que vivirlo. Mirar a los ojos al otro y acogernos mutuamente. Abrazarnos en un gesto, una mirada, una escucha y empezar de nuevo cada día, en el convencimiento de que sólo el amor acabará con la ignorancia y miedos que nos hacen construir vallas en vez de puentes. 

 Al final de la película 14 Km se citaba un texto de Rosa Montero, muy duro y real: “Seguirán viniendo y seguirán muriendo, porque la historia ha demostrado que no hay muro capaz de contener los sueños” Soñemos entonces juntos con el mundo que ellos y nosotros queremos, sabiendo que cada segundo de nuestra vida cuenta y podemos aprovecharlo para cambiar el mundo desde nuestro pequeño ámbito de acción. 

Cuando veas a un inmigrante, a cualquiera más débil y desprotegido mírale a los ojos, tiende tu mano, déjate hacer. 

 “…porque el más pequeño entre vosotros, ése es el más grande” , Lc 9, 48

Ana Doreste


jueves, 10 de agosto de 2017

La Torre de Elvira. Construcción de solidaridad



Cuenta el Antiguo Testamento que una vez los hombres y mujeres de la Tierra se reunieron para construir una torre tan alta que llegara al cielo. Ante su actitud de omnipotencia Dios decidió hacerles hablar diferentes lenguas para confundirlos, de tal forma que la torre se quedara sin terminar y los trabajadores se dispersaran desde Oriente Medio a Europa y África, a Lejano Oriente y América, pasándose a llamar ese lugar Babel y la torre, la mítica Torre de Babel. 

A día de hoy, a 20 minutos de Granada, en Sierra Elvira, un grupo de hombres y mujeres, niños y niñas, de diferentes rincones de la Tierra, vecinos de la Alhambra y de otras partes de España, del otro lado del Estrecho y de la otra orilla del charco, se han visto reunidos construyendo un proyecto tan profundo que el cielo llega a él. Ante su actitud de solidaridad, Dios se ha hecho presente entre ellos, fortaleciéndolos en su diversidad, de tal forma que la torre no termine de construirse y los trabajadores se sientan unidos por el vínculo de la fraternidad, esta Torre de Elvira se llama Fundación Escuela de Solidaridad (FES). 




 Nuestro pequeño grupo de Jóvenes en Misión se sumó con ilusión a este proyecto durante unos días (27 julio-1 agosto), conviviendo con los residentes y con el resto de voluntarios, provenientes no solo de diferentes partes de España sino de otros países como Estados Unidos o Italia. FES es un lugar donde se apuesta por la autogestión para dar un hogar a familias que de otra forma tendrían que separarse, o a personas que tendrían que vivir en la calle, todas ellas con su historia y cada una con su cruz. Con tantos caminos, tantas cruces, tanta diversidad, la convivencia tiene sus dificultades, pero en este espacio encontramos comprensión, acogida y compañía. Por eso todos hablan el lenguaje universal de la solidaridad, por eso esta Torre de Elvira sí se puede construir. 


El lenguaje de la solidaridad es complejo, tiene muchos dialectos y a veces puede ser difícil entenderse, pero su gramática básica común surge del amor. Como nos decía Ignacio, fundador y coordinador de la fundación, el amor es vulnerable, donde haya seguridad no hay amor, esa vulnerabilidad bien la experimentamos en la enfermedad tres de nosotros la última noche (y un cuarto el día siguiente), la enfermedad nos hizo cargar con el dolor y la frustración, pero nos hizo receptores del cuidado y la atención, del amor, por lo que no me queda más que agradecer ese final, que lejos de suponer un fracaso, fue un regalo para entender en una dimensión más la solidaridad. También esta vulnerabilidad se muestra en la apertura permanente de las puertas de la fundación, así, del amor nace la hospitalidad, cualquier persona puede entrar a buscar un hogar o a echar una mano. Y con ella, su mochila, sus historias de sueños perseguidos devorados por serpientes en forma de maltrato, desahucio o pateras, sus sentimientos de dolor, tristeza y fracaso, todo ello también llega, y se va reconstruyendo en, y con, la Torre de Elvira. 

 De esta forma la hospitalidad es germen de la comprensión y la empatía, reconociendo en el otro a un hermano nos hacemos cargo de su cruz, nos solidarizamos con su pasión y lo apoyamos en su Gólgota, la solidaridad es circunscribirnos en la causa del otro, pero sabiendo que es su causa. Así se consolida la solidaridad con los cercanos, y construimos la solidaridad con los lejanos, siendo conscientes que para mantener nuestro nivel de vida explotamos ecoespacios más allá de nuestras fronteras, empobreciendo a hermanos y hermanas que se ven empujados a buscar oportunidades encontrándose con nuestras concertinas, y creemos que llevando el Norte al Sur les socorremos, perpetuando los procesos colonizadores. 



Por eso la huella que dejó nuestro grupo en las paredes de FES es la frase de Comboni, adelantada para su época y revolucionaria para la nuestra, Salvar África con África. La solidaridad nos conduce por tanto a la fraternidad, a reconocernos hermanos y hermanas, hijos de un mismo Dios, no en vano uno de los lemas de la fundación es Construyendo familia, familia de sangre, pero también familia universal, una familia cosmopolita donde todas aportemos, donde coger lo mejor del Norte y lo mejor del Sur para imaginar un mundo donde la solidaridad y la fraternidad sean superiores al miedo y la discriminación. Por ello necesitamos escuelas de solidaridad, como la Torre de Elvira. 




 Íñigo Vitón García

miércoles, 5 de julio de 2017

Las piedras también son sustento, no sólo obstáculo





Este fin de semana hemos tenido la oportunidad de desconectar de la rutina para poder reconectar con nosotras mismas, con la naturaleza y con ese Amor que, en ocasiones, dejamos apartado.

 El sábado en la mañana hicimos senderismo desde muy temprano con la idea transversal de que la vida, igual que el camino que estábamos recorriendo, tenía cuestas empinadas por las que sólo podíamos subir agarradas a unas cuerdas, pero también tenía lugares de sombra donde descansar, así como partes del camino donde escuchar a los pájaros y al río de fondo. Durante esa mañana pudimos notar la fuerza con la que nuestro cuerpo comenzaba y el cansancio que nos acompañaba en los últimos tramos del camino. Había tramos en los que pudimos descubrir cómo cada uno de nuestros músculos se tensaba y destensaba con cada paso que dábamos, cómo nuestros talones se hincaban en la tierra, cómo nuestra respiración acompañaba e impulsaba cada paso, uno tras otro, uno tras otro.


 En otro tramo del camino fuimos en pareja avanzando, compartiendo cómo los encuentros de Combojoven nos habían ayudado a reencontrarnos, a volvernos a enfocar. Yo compartía con mi compañera mi enorme gratitud por esa acogida, ese acompañamiento que he recibido de ellos y ellas, independientemente del rincón del mundo en el que estuviera. Recuerdo con especial cariño mis meses en Ecuador, y cómo estando tan lejos de ellas, seguíamos en comunidad, seguían caminando conmigo. Y así pasó el sábado; también había tramos en los que necesitábamos ir solas porque la estrechez del camino o lo empinado de las subidas lo requerían, pero era precioso mirar para abajo y comprobar que detrás de ti estaban las Combonianas animándote a seguir subiendo, caminando contigo. 

 Al finalizar el recorrido estuvimos un rato con los pies metidos en el río que nos había estado acompañando toda la mañana. Qué sanador fue sentarse con ellas a descansar mientras notábamos cómo el agua ablandaba las durezas y calmaba la rojez de los pies. ¡Qué paz! 

 En la noche tuvimos un ratito de oración. Fuimos compartiendo y poniendo algún objeto que habíamos encontrado a lo largo del camino de la mañana y que queríamos ofrecer. Pusimos con tremendo cariño en la tela africana una piña decorada con flores; simbolizaba la perfección del Amor, la geometría perfecta de lo sagrado y cómo alrededor de él crecía y florecía todo tipo de flores independientemente de sus formas y colores, todas permanecen unida al mismo origen y es el Amor el que las mantiene fuertes, vivas. También ofrecimos una piedra, pues ésta nos había servido de apoyo para los pies durante la subida, ya que era ella la que nos impulsaba y sujetaba para no resbalar; no era un obstáculo, había sido necesaria para seguir caminando. Ofrecimos algo más abstracto, la brisa, porque en momentos de subida era sanadora notarla y la tuvimos presente durante todo el camino.





 Para finalizar, nos regalaron dos cerillas; una fue prendida desde el Cirio del altar y la otra cerilla aún sigue apagada. La primera cerilla significa las capacidades y fortalezas que tenemos y que ponemos al servicio de los demás, esas potencialidades que nos permiten seguir creciendo como personas y acompañar a los demás en su crecimiento. La segunda cerilla sigue apagada porque son todas las fortalezas que aún no hemos descubierto pero que está preparada para ser prendida. 

Gracias por este caminar, por este acompañar, por esa forma tan sanadora que tenéis de ayudarnos a seguir descubriendo potencialidades, por ese estar tan reconfortante y acogedor, gracias por ayudarnos a enfocarnos de nuevo. 

 Bego

sábado, 1 de julio de 2017

Aprendiendo la solidaridad

El equipo combojoven os invitamos a participar en el campo de trabajo este verano.
Serán los días del 27 de julio al 1 de Agosto. Aquí os presentamos alguna información. 
¡Animaros pues será una bonita experiencia!


Información del Campo de Verano.

El campo de trabajo lo haremos en la Fundación Escuela de Solidaridad, es un centro llevado adelante por un matrimonio, Ignacio y Dona, desde hace muchos años. Reciben principalmente a madres con sus hijos: niños pequeños, adolecentes o jóvenes, todos ellos en estado de vulnerabilidad. Los residentes en este hogar es de unas 100 personas de diferentes nacionalidades, culturas y religiones. Todos ellos se sostienen por el trabajo que realizan en los talleres, que allí se llevan a cabo.

Nosotros les daremos una mano a los residentes en los talleres durante la mañana y por  la tarde tendremos algunas actividades de formación espiritual y misionera. El tema de nuestro campo será “Aprendiendo la Solidaridad”.
Magda y Maribel en el taller de jardinería. ¡Qué bien se la pasaron!

Inscríbete en: combojovenes@hotmail.com 
Envia tu nombre y apellidos, fecha de nacimiento, lugar de origen, correo electrónico, núm. de móvil y una fotografía tipo carnet.

Lugar del campo: Sierra Elvira, Granada (Os recogeremos en la estación de autobuses/tren) Traer todo lo necesario para el aseo personal y sábanas o saco de dormir.

Fecha: 27 Julio al 1ro. Agosto.
(Llegada el jueves 27 por la tarde, hacia las 18h y terminamos el 1 de agosto después de la comida, hacia las 15h)

Cuota: 50 € (más la voluntad) 


martes, 27 de junio de 2017

Compañera de viaje



En Octubre hará un año que estoy en Brasil. Es mi primera misión y sé que he estado mucho tiempo en silencio, pero lo hice porque en cada cambio es necesario tener un espacio para ambientarse “antes de entrar”. Es como cuando estamos esperando antes de abrir la puerta de una casa nueva: un tiempo para llegar, descansar de un largo viaje, mirar, sentir, oler, tocar…. Un tiempo para conocer lo nuevo y dejar atrás lo bonito del pasado. Un tiempo para mí, para los demás, para Dios, para encontrarlo y encontrarme. 

Ahora sigo con vosotros para describir un poco mi llegada a San Antonio de Matupi, más comúnmente llamado Km180. Antes estuve unos días en Puerto Velho para ambientarme al clima y al ambiente. San Antonio de Maputi, es una ciudad de 15.000 habitantes y la mayor parte son emigrantes del Sur de Brasil que llegan buscando tierras para trabajar y un poco de suerte. Son pueblecitos de “fazendas” que forman comunidades alrededor de una pequeña Iglesia, punto de encuentro de las familias católicas. 

En comunidad somos tres hermanas con una gran riqueza cultural: una es de Mozambique, otra de Brasil y yo de Italia. Está situada en el centro de la ciudad y tiene el compromiso de ser presencia para las dieciséis comunidades de la parroquia en donde hay nativos, indígenas y emigrantes del sur del Brasil. Además, sustituimos al sacerdote que está enfermo, ya que la dificultad de esta Diócesis es la falta de sacerdotes locales. 

 Nuestro trabajo consiste en acompañar a las comunidades y formar laicos para los varios ministerios. El gran desafío es estimular el diálogo entre los indígenas y los de otras culturas, roto a causa de una historia de venganzas recíprocas. Empezar a crear conciencia sobre el problema de la tierra, la ecología y el medio ambiente, palabras difíciles entre personas que empobrecen la flora y fauna por las grandes producciones de ganado. También he tenido la posibilidad de conocer todas las comunidades e interesarme por animarles y hablarles de Infancia y Adolescencia Misionera. Asimismo, ayudo en la pastoral litúrgica del centro, en la pastoral del “dizimo” y en la radio comunitaria. 

A pesar de la gran mezcla de sectas, iglesias tradicionales y culturas… se respira un gran deseo de Dios. Quizás la mayor parte de las personas no conocen lo más elemental del catecismo o la Biblia, pero saben convertir en acciones concretas los valores de Cristo. 

Las dificultades no me faltan por el idioma y otras diferencias culturales, pero estoy convencida de que como Misioneras Combonianas debemos priorizar nuestra presencia en el encuentro con Dios, con el otro, con nosotras mismas y con la realidad que nos rodea. Creo que en la vida misionera ya no existen evangelizadores y destinatarios, sino compañeras de viaje que juntas buscan nuevas iniciativas, no solo en el ámbito social sino en la experiencia personal. Hoy en día, existe la misma sed por seguir sus pasos y su estilo desde la Encarnación hasta la Muerte y la Resurrección. 

 No olvidaros de que vosotros me sostenéis, porque estoy aquí en vuestro nombre y mis energías se multiplican para superar las pequeñas dificultades cotidianas. 

Giuseppina Lupo, Misionera Comboniana
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