domingo, 28 de enero de 2018

Si cuidas el Planeta combates la pobreza

Este es el lema de la campaña Enlázate por la Justicia, lanzada por diversas organizaciones de Iglesia en el 2016 y con planificación hasta este 2018. Surge a partir de la encíclica Laudato Si y la conciencia de que el trabajo desarrollado por estas organizaciones en el ámbito social está íntimamente ligado al cuidado de la Casa Común. A lo largo de estos dos años se han ido desarrollando diversas actividades encaminadas a reflexionar y compartir juntos el compromiso por un modelo alternativo de desarrollo, guiados por el decálogo verde, que podéis consultar en su web junto con todos los materiales que han ido desarrollando: www.enlazateporlajusticia.org. En este contexto se desarrolló el pasado viernes 26 la Jornada de Migraciones Climáticas en Madrid.

Presentación de las Jornadas.
Las jornadas empezaron con la ponencia de Víctor Viñuales, director de la Fundación ECODES. Después hubo una mesa redonda en la que participaron Serigne, migrante senegalés, y Arantxa García, periodista de InspirAction. Para terminar, se realizó un gesto comunitario donde expresar los compromisos de cada una.
Fueron intervenciones muy diferentes, complementarias entre ellas: realidad, denuncia y acción.

Serigne en un momento de su
intervención. A su izquierda, Arantxa.
La realidad golpeó fuerte en el auditorio mediante la voz de Serigne. Senegalés de 42 años, de los cuales lleva 13 en España. Era buen estudiante, pero tuvo que dejar el bachillerato para ayudar a su familia. Su padre era agricultor y él fue a vivir a Kayar, rica ciudad pesquera, donde aprendió las artes de la pesca y tuvo éxito, llegó a tener su propia barca. No tenían que recorrer largas distancias y en una sola mañana pescaban lo suficiente para comer y vender en el mercado. Pero poco a poco se fue haciendo más difícil, tocaba pasar un día entero, recorrer largas distancias. Al poco, tuvieron que pasar noches enteras en alta mar, el gasto de gasolina ya no compensaba las ganancias de la pesca. Cada vez más riesgo para menos producto. Se reunieron los pescadores locales, impotentes ante los grandes barcos pesqueros que expoliaban y arrasaban las zonas de pesca. Decidieron limitar sus salidas para permitir la recuperación de los bancos, pero los grandes barcos cada vez salían más de sus límites, pirateando por la noche en las zonas prohibidas. Denunciaron al Gobierno, pero no escuchaban a las pequeñas barcas de madera sino a los grandes barcos de metal. Decidieron defenderse organizando ataques a los barcos que irrumpían por la noche, pero era una lucha desde el principio perdida. Al final no quedó nada. Serigne volvió al campo, donde sus padres siempre habían utilizado las cabezas de pescado y las heces del ganado como abono, pero que habían cambiado por fertilizantes químicos que tanto éxito les daba a los vecinos. Y el éxito agotó a la tierra. Al final no quedó nada. Ni mar, ni tierra, ni peces, ni frutos. Solo quedaba arriesgar la vida para mantener la vida. Así llegó embarcado en un cayuco a España, puso su vida de nuevo en el mar ¿migrante climático? ¿expoliado sistémico? Da igual cómo lo llamemos, la realidad es Serigne, nombre propio, realidad invisibilizada pero necia. Hace unos meses llegó otro amigo de su pueblo, y desagraciadamente no será el último.

La denuncia la trajo Arantxa, presentando su trabajo periodístico llevado a cabo en el corredor seco centroamericano. Un análisis que será presentado en los próximos meses en su web, www.inspiraction.org. Un estudio que da voz a la memoria climática de las comunidades campesinas, que ya no trabajan para dos cosechas anuales sino para una sola. Un estudio que pone de relieve la interrelación entre los problemas ambientales y sociales, los problemas de la titularidad de la tierra, la inequidad de sus consecuencias, siendo las mujeres las más perjudicadas. A veces tan interrelacionado que resulta muy difícil aislar la variable climática en los motivos de migración. El trabajo de campo como el de Arantxa resulta imprescindible para levantar conciencias en el Norte global, y denuncia también es ser altavoz de estos esfuerzos.

Víctor Viñuales en un momento
de su intervención.
La acción vino de la mano de Víctor Viñuales, mostrando el reto al que nos enfrentamos, las tres rupturas que nos amenazan, la primera es la producida entre la economía y la biosfera, la segunda entre nosotras y las otras, y la tercera con nosotras mismas, nuestro propio yo. Tres rupturas que es una misma a diferentes escalas. Para sanar estas rupturas debemos repensarnos nosotras mismas y como sociedad. No son luchas independientes y aisladas, como comentó Víctor, “si una niña que tiene que elegir entre ir a por agua o ir a la escuela elegirá lo primero”. Por tanto, la lucha feminista por la igualdad, la lucha social por la fraternidad y la lucha ecológica por la libertad, son una misma lucha. Y para ello debemos fortalecer lo que Víctor denominó la miopía de la compasión, solo nos removemos si sucede cerca, tanto en el espacio como en el tiempo. La realidad del cambio climático queda lejos, la realidad de la tejedora de Bangladesh queda lejos. El reto está en acercar esas realidades, mostrar al cambio climático en los pantanos secos y las malas cosechas, a la tejedora de Bangladesh en la tienda más cercana, ponerle nombre propio. 

Para concluir el acto se organizó un pequeño gesto comunitario, la construcción del tejado de una casa abierta, con hojas donde cada pareja o grupito apuntaba sus compromisos. Un gesto que nos recuerda que la oración y la acción deben ir de la mano, su sincronía es un elemento esencial en este reto. La oración es la formulación de nuestra espiritualidad interior, poner todo ese sentimiento en orden y formularlo con la palabra, es dar forma a lo intangible, moldear lo abstracto. Y luego la palabra se hace acción, se hace carne. Ese es el anuncio de Jesús, la palabra que se hace carne.
Gesto comunitario.
Íñigo Vitón García

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